2011

Concierto de Nochevieja 2010

Acerca de esta grabación

Abierto a todos en Nochevieja
No hay mucha virtud pero sí mucha diablura

La Nochevieja es el momento de los conciertos de fin de año. Pero no siempre tenemos que entrar en el año que viene al ritmo de Die Fledermaus, ya sea en nuestros palaciegos teatros de ópera o en nuestros panorámicos centros de entretenimiento en casa. Tampoco tiene por qué ser siempre la Novena de Beethoven la que nos lleve al firmamento estrellado cada 1 de enero, mientras caen las cenizas y los escombros de los últimos estallidos de histeria colectiva pirotécnica. Año tras año, la Filarmónica de Viena se mantiene fiel a su dinastía de compositores de danza, principalmente Johann Strauss père y sus tres hijos. Y cada año, los vieneses encuentran un gran y renombrado maestro - a veces nuevo e inesperado, a veces conocido por todos - para subir a la plataforma del director en la Sala Dorada del Musikverein. La variedad es su consigna, al igual que el cosmopolitismo.

Las cosas son un poco diferentes con la Filarmónica de Berlín, cuyos conciertos de Nochevieja se celebraban a veces el día de Año Nuevo. Fue el 1 de enero de 1946, la primera oportunidad tras el final de la guerra, cuando Sergiu Celibidache señaló el comienzo del nuevo año en el Palacio de Titania, en el barrio berlinés de Steglitz. Desde 1958, año en que Herbert von Karajan dirigió su primer concierto de Nochevieja, en Berlín es de rigor despedir el año viejo y dejar que otros se encarguen del nuevo. El programa que Karajan eligió ese año -Stravinsky y Bruckner- no era nada anodino. Pero tampoco era único: en otros programas de Nochevieja puso a prueba a su público con Mahler y Schoenberg, Penderecki y Nono.

Los primeros conciertos de Celibidache ya mostraron lo que se avecinaba: las actuaciones de fin de año de la Filarmónica de Berlín debían quedar estrictamente en manos del jefe. Karajan, salvo excepciones iniciales, ejerció este droit de seigneur musical con raras interrupciones desde 1958 hasta 1988. Hasta ahora los sucesores de su trono - Claudio Abbado (desde 1991) y Simon Rattle (desde 2002) - han seguido su ejemplo. Pero 2010 vuelve a ser una excepción: esta vez Gustavo Dudamel se pone al frente de la Filarmónica para el concierto de fin de año con un programa hispano-francés que, si el tiempo fuera más cálido, se adaptaría a un recinto al aire libre. Precisamente en ese lugar, la Waldbühne, el director de la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo, la Filarmónica de Los Ángeles y la mundialmente conocida Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela debutó con la Filarmónica de Berlín en junio de 2008 con un programa de música española y latinoamericana que hizo que 22.000 oyentes se deleitaran con el programa, y que la orquesta entrara en su descanso estival.

Elina Garanca, mezzosoprano de Riga, la capital de Letonia, es la estrella femenina de la velada. Tiene el placer de prestar su voz a algunas de las heroínas imaginarias del concierto, demonios clandestinos a cuya atracción hechizante ningún hombre puede escapar. Y parecen estar hechas a la medida de su voz y su personalidad.

Una mirada más atenta revela que las mujeres desempeñan los principales papeles en cada parte de este programa de Nochevieja. Todas son muy bellas, pero la mayoría son seductoras, diabólicas, vampiresas o fantasmas. Sólo la Obertura del Carnaval Romano de Berlioz ofrece una excepción irreprochable en la forma de Teresa, la amante de Benvenuto Cellini. Pero Teresa sólo tuvo que cantar en la ópera, que precedió a la obertura en varios años y fracasó estrepitosamente en París en 1838. Al menos Berlioz rescató algunas de sus ideas musicales para la sala de conciertos, comprimiendo el material motívico de la ópera fallida en una brillante pieza orquestal que provocó tormentas de aplausos estridentes del público en su estreno. Al final de nuestro concierto, la encantadora Doncella del Molino preservará su honor y decoro en el ballet de Manuel de Falla El sombrero de tres picos, resistiendo los avances del amoroso Gobernador Provincial y desactivando los celos de su marido, el iracundo Molinero.

Pero luego vienen los episodios operísticos. No se deje engañar por los anhelos lacrimógenos de Marguerite, cuya romanza "D'amour l'ardente flamme" coincide con las famosas líneas de amor floreciente de Gretchen en el Fausto de Goethe. Su canción suena como la elegía abatida de una mujer abandonada y desesperada. Pero Marguerite era sólo un instrumento, una alucinación conjurada por Mefistófeles para atraer a Fausto a su perdición. Mientras él emprende su espantoso viaje hacia la condenación eterna, ella celebra su apoteosis en las alturas celestiales.

Sansón fue elegido por Jehová para llevar al pueblo de Israel a la victoria en su lucha por la liberación contra los hostiles filisteos. Dios le dotó de una fuerza sobrehumana, pero por desgracia también de una debilidad indomable: no puede resistirse a las mujeres. Dalila, una encantadora filistea, despliega todos sus encantos eróticos y su ambición patriótica para tentar al hombre, fácilmente seducible, a caer en su trampa. Le arrebata la magnífica cabellera que le otorgaba su legendaria fuerza e invencibilidad, tras lo cual hace lo mismo con su vista. Israel vuelve a caer en la abyecta esclavitud; los filisteos creen tener motivos para celebrar una fiesta en su templo, a los pies de su dios Dagón. Pero el desenlace les coge por sorpresa: ¡se olvidaron de cortar el pelo al prisionero!

Por último, llega Carmen, la gitana irreprimible que atrapa al estirado sargento Don José con un exceso de magnetismo erótico. Pero ella no logra canalizar sus sentimientos en dirección a la eternidad. Sabe que lo que ella llama "libertad" sólo significará su propia perdición.

Karl Dietrich Gräwe
1/2011